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Columna de opinión de Javier Fernández Rubio en El Mundo Cantabria.
RECOMIENDAN los manuales de desarrollo personal que el primer mandamiento de los que quieran alcanzar el éxito en esta vida es fijarse una meta inamovible a la cual han de dedicar todo su tiempo y sus esfuerzos, subordinando lo demás a tal fin. Esto de la meta, que por lo general suele significar dinero en cantidades obscenas, no deja de ser un lugar común en nuestros días, en donde todos los ámbitos exigen y proclaman las bondades de tener una objetivo final y fijarse otros objetivos a corto plazo en aras a tan lucrativo fin.
El proyecto de nuestras vidas, si es que disponen de una meta, no deja de ser un programa electoral que raramente se cumple. Disponemos de proyectos presupuestarios que reformar continuamente en el ejercicio en curso, programas electorales que raramente se cumplen, promesas personales que quedan en el tintero de las buenas intenciones. Y quedan las contradicciones inherentes a cada uno.
Mary Wollstonecraft nació en la bucólica e inmisericorde Inglaterra del siglo XVIII. Su vida fue atroz y su legado grandioso como su pensamiento. Se la considera uno de los pilares del pensamiento feminista –cuando ni siquiera había feminismo–, tuvo amores fou y dos intentos de suicidio, su amiga íntima murió en sus brazos en Lisboa, intentó montar una escuela y fracasó, trabajó como institutriz, finalmente casó con el filósofo anarquista Godwin y vivió en directo la Revolución Francesa, no necesariamente por este orden. Al final, murió de sobreparto durante el nacimiento de Mary, más conocida como Mary Shelley, esposa de Percy B. Shelley. Ella escribió Vindicación de los derechos de la mujer. Su hija es famosa por ser creadora del mito literario de Frankestein.
De su amarga experiencia existencial –hija de un padre incapaz de mantener su fortuna– vivió junto a sus hermanas el calvario de buscar esposo sin dote. Su pensamiento, en busca perenne del igualitarismo entre sexos, parece desesperarse ante el terrible embate de la sociedad, la lógica cruel del discurso de la manada: si no te casas hay dos opciones: trabajos humillantes o la pobreza, si no las dos cosas. El corolario es un pensamiento legado a la posteridad en donde su afán de igualitarismo es enfriado por la realidad. Su tercera vía es el cuidado del pensamiento, el pietismo; pero Wollstoncraft no es coherente en su proceder con su meta programática. Predica la cordura y la racionalidad, pero se deja llevar por la pasión y de qué manera.
¿Realmente para qué sirve establecer una meta mas que para incumplirla?